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miércoles, 24 de septiembre de 2014

LA PLAÇA DEL RELLAT, PLAZA DE LA MARE DE DEU DELS DESAMPARTS.


LA PLACETA DEL RELLAT O DEL
RATLLAT, PLAZA DE LA VIRGEN
DE LOS DESAMPARADOS.

Artículo publicado en el Programa de Fiestas de Manises de 2014.


Por José Luis Luna.

Esta recoleta plaza está situada entre la antigua Plaza del Mercado y la Plaza de la Iglesia. Actualmente se llama Plaza de la Virgen de los Desamparados. No he podido encontrar datos fiables del origen del nombre. Mi buen amigo, Rafael Escobar, buen conocedor de los ancestros de Manises, me dice que probablemente “rellat” viene de “rella” (parte metálica del arado, que es la que forma el surco).

Yo conozco otros datos históricos que afirman que, antiguamente, había en Manises varios hostales y pensiones que utilizaban los arrieros que traían la leña para cocer en los hornos o la paja de arroz para el embalaje. Uno de estos hostales estaba ubicado en esta plazoleta y el hostalero era un hombre que tenía una cicatriz que le cruzaba el rostro. Era un hombre “ratllat” (rayado). De ahí la Placeta del Ratllat. Y lo afirmo con todas las reservas que conlleva una leyenda, que bien pudiera ser verídica.


Fotografía de la Plaza de la Mare de Deu dels Desamparats, tomada desde arriba del Campanario de la Iglesia de San Juan Bautista. En ella se puede ver la rinconada donde estaba la casa natalicia de Don José Rodrigo Botet, y a su izquierda la Calle Mariano Benlliure, antiguamente, llamada Calle Jardines. En la foto se puede observar un carro con su caballeriza. Foto de Gadea. Año 1953.

Nos trasladamos en el tiempo unas cuantas décadas atrás. En esta plaza viví los años de mi niñez. Es por eso que lo que voy a contar corresponde a la década de los 50, del siglo pasado.


Fotografía de lo que era la plaza adornada en el año 1951. En primer término, a la derecha de lo que se ve en la fotografía, la casa, justo al lado la casa de los Gadea y a la izquierda (detrás de las 3 personas que se ven) la casa del tío Domingo. A la izquierda la Calle del Pozo, Carrer del Pou. Foto de SOLHER.


José Gadea Ventura, Padre de los Hnos Gadea. Trabajando en la confección de los recipientes de esparto o de palma, en valencà sària, de ahí el nombre de SARIERO. Fotógrafo Gadea, HGM.


Fotografía en la que se puede observar que ya ha cambiado la fisonomía de la plaza, no tanto en su forma, sino en las edificaciones que se han ido construyendo.

La casa que yo habitaba estaba (aunque sigue estando, pero ya no es vivienda) haciendo esquina a la calle Isabel la Católica (carrer de les agüeles). A la izquierda, según se ve el edificio, estaba el local de los Gadea, conocidos como “els sariers”, por la profesión de su padre, que hacía seras, alforjas y capazos. Los tres hermanos Gadea eran personajes muy peculiares. Mientras el mayor (José) era un conocido fotógrafo, los otros dos (Vicente y Jesús) eran polifacéticos: taxidermistas, ceramistas y algunas cosas más. Utilizaban el local como taller y exposición de los animales que disecaban. Los críos nos asomábamos a los cristales para verlos. También el fotógrafo exponía fotos de boda, comunión, etc. En la puerta de la casa había un árbol (acacia), a continuación vivía el tío Domingo, cuya casa franqueaba la calle del Pozo.


Fotografía en la que se muestra la casa donde nació Don José Rodrigo Botet, y en su fachada el mural de azulejos que el Ayuntamiento de Manises le concedió en el año 1962.

En la otra esquina de la calle se hallaba una casita desde la que, con otras dos, se accedía al rincón donde estaba la casa de la familia Andrés, donde nació el conocido ingeniero y paleontólogo , D. José Rodrigo Botet. Esta casa hace esquina a la calle Mariano Benlliure (calle Jardines). En esta esquina hay otra acacia de mayor tamaño que la anterior. La otra esquina de la calle Jardines pertenece a la Cooperativa de Labradores. Arriba de esta sede estaba la casa del señor Segura, un hombre mayor que había sido operado de la garganta y su casa tenía la peculiaridad de tener casi siempre el balcón abierto por el que se escapaban los sonidos de la radio. Por la noche, a las 22,00 h., cuando se escuchaba en la radio del Sr. Segura “el parte” de Radio Nacional, era llegado el momento de retirarnos “cada mochuelo a su olivo”.

La casa que seguía era la del tío Toni el Chocolatero, del cual hablaré más tarde. Esta casa era la que abría la calle Benavente. La otra esquina de esta calle, era la casa de la tía Trinidad. A continuación estaba la escalera para subir al piso de la vivienda de su hija Trini, casada con D. Vicente Royo Casabán, padres del amigo y compañero Vicente. Con esta casa, hemos cerrado el círculo que formaba la plaza. El suelo era entonces de tierra, aunque había aceras


Al fondo la casa del tío Toni el Chocolatero. Foto SOLHER. 

Corresponde ahora nombrar a algunos de los personajes que le daban vida, como si se tratara de una película de cine: Luis Vilar, Celestino, Arturo, Julio Fortea, Vicente Folgado, Luis Sanz Tolois, Vicente Casabán, Marcelino, José Antonio y Paco Romero, Cintero, mi hermano y yo, y algunos más. Suficiente gente para organizar buenos partidos de fútbol con balón que aportaba Luis Vilar.

Cuando la algarabía delataba que el partido había empezado, aparecía el tío Toni el Chocolatero, que al contrario que su homónimo, el del pasodoble, se plantaba en la puerta de su casa como una estatua: serio, impresionante, como un rostro esculpido en piedra, dando una imagen terrorífica. Además, vestía todo de negro, incluso el sombrero (creo que los árbitros le copiaron el atuendo).

Ni que decir tiene que si el balón caía en sus inmediaciones se debía dar por perdido. Por si esto fuera poco, la tía Trinidad se sumaba a los inconvenientes del partido, lanzando varios pozales de agua, convirtiendo el campo en un barrizal y haciendo el juego impracticable. Por ello, tuvimos que recurrir a juegos alternativos, como el “marro furtat”, “al all”, “churro mediamanga”, etc. Siempre había alguien que inventaba algo, sobre todo “juegos de hombres”. Celestino, que era el único que tenía bicicleta, nos ofrecía algunos malabarismos sobre la máquina.

Los Gadea tenían un perro que se llamaba “Calandari”, que era el amigo de todos los niños. Era un animal muy gracioso e inteligente. Le poníamos un trozo de pan sobre el hocico y lo aguantaba; cuando se daba una palmada, lanzaba el pan hacia arriba y al caer lo cogía con la boca. Cuando el perro murió produjo una gran tristeza y los niños queríamos enterrarlo al pie de la acacia, pero sus dueños se negaron.

En la fiesta de San Antón (16 de enero), rivalizábamos con los niños del barrio de la Capelleta, para ver quién hacía la hoguera más grande. Nos disputábamos la leña, las cañas y demás elementos combustibles; a veces, eran objeto de sustracción y entonces terminábamos a palos. Se preparaba una hoguera de grandes dimensiones y toda la leña que sobraba se apilaba en la pared de mi casa para ir añadiéndola cuando las llamas menguaran.

Un año, llegaron unos chicos grandotes y empezaron a intimidar y a provocar. A uno de ellos, apodado “el Mosca”, se le ocurrió encender la leña que estaba apilada en la pared de mi casa. Yo me enfrenté a él, temiendo que mi casa se incendiara. Lo hice llorando de rabia e impotencia, y él desistió, aunque ignoro si lo hizo por compasión o porque le obligaron sus amigotes. Probablemente, todo fue una broma.
Ante las dificultades para poder jugar al fútbol en esta plaza, los partidos se trasladaron a la plaza de la Iglesia. Allí se cambió el balón por una pelota “de baqueta”, que era la utilizada en el juego de frontón. Se incorporaron a los partidos nuevos jugadores, como Segrelles (gran regateador, casi un malabarista con la pelota pequeña), otros más expeditivos, como Huiso, nieto del tío Toni el Chocolatero, los hermanos Gallego, etc. El tío Toni tuvo su versión en la persona del tio Suria, guardia municipal, quien en la representación teatral de la “Mort i Passió”, en el Teatro Patronato, interpretaba el papel de Judas.

En el año de la celebración del II Centenario de la Traslación (1951), toda la ciudad de Manises fue engalanada: sus portales, calles y plazas. La nuestra calle colgó del centro una gran lámpara, como las que hay en los salones más lujosos, pero de unas dimensiones colosales. Lo extraordinario de esta lámpara es que estaba confeccionada con anillos de caña. Las cañas, que tenían un grosor aproximado de 3 o 4 cm., eran cortadas en rodajas de 1 o 1,50 cm., y se convertían en pequeños aros, que se enlazaban, formando tiras (como las guirnaldas de vidrio de las lámparas de cristal). Con estas tiras se iba formando la lámpara, que fue colgada en lo alto, en el centro de la plaza; en el suelo, sobre un artístico soporte, se puso un Santo Cáliz formando un conjunto muy apropiado para la celebración.

La plaza fue remodelada y cambió su fisonomía, aunque no su estructura. Se adaptó irremisiblemente a la época actual, por eso he querido acercar un aire de recuerdo para quienes vivimos un tiempo cada vez más lejano.







Por el texto el Autor José Luis Luna Vilar -tal y como se indica al comienza del artículo- al que agradezco que me permita reproducirlo en mi Blog sobre Manises y su Historia. Las fotografías con su pie de texto son de Manises Online.
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