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domingo, 14 de marzo de 2010

SEMANA SANTA MANISERA 2010 Y EL PREGÓN POR JOSÉ LUIS DE TOMÁS, CRONISTA OFICIAL DE MANISES


SEMANA SANTA MANISERA 2010
PREGÓN POR JOSÉ LUIS DE TOMÁS

TEXTO ÍNTEGRO DEL PREGÓN DE LA SEMANA SANTA MANISERA, A CARGO DE DON JOSÉ LUIS DE TOMÁS GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE MANISES, EN EL AUDITORIO GERMANÍAS EL SÁBADO DÍA 13 DE MARZO, A LAS 18:30 HORAS, DE 2010.

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Organiza: Junta de Hermandades de la Semana Santa Manisera
Colabora: Fundación Municipal de Cultura y Juventud.
Regidoría de Festes del Ajuntament de Manises
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PAISAJE DE CRUCES
CON MANISES EN EL HORIZONTE
PREGÓN
DE LA SEMANA SANTA MANISERA
José Luis de Tomás
13 de marzo de 2010
¡ Con bien llegáis, hermandades !
Traéis sol y limpia el alma.
Amanecer de bondades,
con silencios y con palmas.
Manises tuvo un calvario
que ya sólo es recuerdo.
Tres cruces, que no osario,
viacrucis de hombres cuerdos.
El calvario era tres cruces
en lo alto de la ciudad;
penas y un lirio de luces,
arco iris de la verdad.
Preguntas de muerte y fuego
ya se postran de rodillas;
guardarán silencio luego
en una oración sencilla.
Preguntas de fuego y muerte
llegan al amanecer.
Cristo, tú lo has de saber,
que echaste tu vida a suertes,
aceptando la partida,
un infausto atardecer.
Tú que lo sabes, Buen Pastor,
di, ¿qué fruto da la vida
si se siembra el corazón?
Un tañido de las campanas
despertando va el mañana.
Manises, ahí es nada,
madre de los ceramistas,
escultores y artistas,
ya descalza su mirada.
Sol que asomas a la jara,
ahí está el Crucificado.
Es, aunque sigue callado,
como si el silencio hablara.
¡Con bien llegáis hoy, cofrades!
Traéis luz de Nazareno,
la voz y el gesto serenos.
¡Con bien llegáis, hermandades!
Cristo, Señor de la Flagelación.
María, Nuestra Señora de la Soledad, CON LA VENIA.
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Iltmo. Sr. Alcalde, D. Enrique Crespo Calatrava
Rvdo. Sr. Cura, D. Valentín Peñarrocha Carbonell
Señoras, señores concejales
Presidentes de las Hermandades de la Semana Santa de Manises
Hermanos de las cuatro hermandades
Señoras y señores.
Antes de poner pie en palabras mayores, permítaseme ser agradecido.
En primer lugar, debo agradecer las palabras del eminente presentador de este acto, D. Francisco Tos Viala. Alguien dijo en cierta ocasión que se debería pensar con toda seriedad quiénes no deben presentar a un pregonero. También a él, el afecto le ha impedido ser objetivo. Gracias de corazón, querido Paco, por haber disimulado amablemente mis carencias y mis fallos. Honras este atril con tu presencia. Tu dicción perfecta derrama sobre mi tu propia sabiduría. Pero el afecto te puede. Gracias amigo por las palabras que me has dedicado en este digno marco del Auditorio Germanías.
En segundo lugar, quiero dar las gracias a los Hermanos Mayores que integran la Junta Central de Hermandades de Manises, que pensaron en mi para este alto honor de pregonar la Semana Santa manisera. Estoy, por tanto, en deuda con:
D. Francisco Gimeno Miñana
D. Francisco Javier Pérez Sáiz
D. José Enrique Sanchis Boluda
D. Vicente Folgado Guna
Fue, concretamente, D. Francisco Gimeno Miñana, el que actuó de portavoz e hizo la llamada y el ofrecimiento. Repito, me siento gozoso por el honor que me hacéis.
Hay otra persona a la que estoy infinitamente agradecido. Se trata de D. Francisco Gimeno Botet, amigo por amistad y amigo por el "tabaquet". ¿Recuerdan aquella fiesta de la infancia de los años 50, dedicada a los Santos Justo y Pastor? En esos años luminosos los niños éramos los amos de la calle, enredados en un eterno juego de "marro furtat", de "churro mediamanga", de "bufos", de "trompes" ("pancha per amunt, cudolá damunt) y hasta de "fer arca", lanzándonos pedradas un bando contra otro. A mi buen amigo Paco Gimeno este año las hermandades le conceden su máxima distinción. ¡Enhorabuena!
Tú, amigo Paco, pediste que fuera yo el pregonero. A ti te debo el honor. Y te recuerdo, parafraseando a D. José Antonio Luque, pregonero que fue de la Semana Santa de Córdoba, que estoy aquí porque tú lo pediste.
Amigo Paco:
Tuya es la culpa
de que yo me encuentre aquí.
Si sale mal, tú verás.
Si sale bien, va por ti.
Cuando se me propuso oficiar como pregonero de la Semana Santa manisera, me dije lo de Lope de Vega: «Un soneto me manda hacer Violante/ en mi vida me he visto en tal aprieto/ catorce versos dicen que es soneto/ burla burlando van los tres delante.» Pero asumo el reto que me deja en deuda, una vez más, con Manises.
Cuando se me propuso pregonar la Semana Santa manisera, resucitaron en mí los recuerdos de la niñez. Fui monaguillo y pillo, todo a la par, que era lo que se llevaba. ¡Quién me iba a decir que, andando el tiempo, aquel monaguillo ejercería hoy, aquí, de pregonero! ¿Quién se lo iba a decir a aquel monaguillo que, cierta mañana de invierno, recibió un duro castigo del Sr. Cura, D. José Granell? Nos había sorprendido tratando de escalar el campanario por el cable del pararrayos. ¿El castigo? "Portar el candelero" un mes en todos los actos procesionales. ¿Els atres acoliquets? Eran Jaime Cárcel Ortí, Pepe Tortajada, Felipe Cutillas y después, Francisco Gimeno Botet. Por cierto, tal día como Jueves Santo, a eso de las doce de la mañana, dos de los citados, Jaime Cárcel y Francisco Gimeno, jugaban al escondite en la Iglesia. Y no encontraron mejor lugar donde esconderse que dentro del Santo Sepulcro. En el forcejeo para acomodarse en el interior, rompieron el cristal de una de las caras, aunque por suerte no salieron lastimados. El tío Micalet, el sacristán, acudió asustado, al lugar del estruendo. Detrás de él, llegó el señor cura. La riña que soportaron fue de las que hacen época. El cristalero tuvo que actuar con celeridad para reponer el cristal a tiempo de los santos oficios.
Desde este atril, hoy pregonamos la apertura de las puertas de la Semana Santa, que ya asoma la ceja por el calendario. Y deseo que este pregón sea plegaria. Y deseo que la plegaria, con fríos de soledad al raso y con vientos de rabiazorras, tenga siempre a Dios en su ventana.
Quiero anunciar el gozo hecho oración de Manises y el drama de la Pasión del Señor. Todo en uno, como las rosas y las espinas. La soledad de quienes sufren y la maldad de quienes odian.
Quiero anunciar el silbo de la muerte conocida y el de la vida prometida después de la sepultura.
Quiero anunciar la Semana Santa que da comienzo el Domingo de Ramos, con todos los miedos a cuestas, inquilinos de todas las posadas de la necesidad, caminos de pobreza y lechos del dolor en las moradas del hambre de la tierra. Hasta que la Resurrección llene de luz el huerto de los olivos, el Gólgota y la tierra toda.
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1. Evangelio de la Oración
(Flagelación del Señor. Ecce Homo)
Inclemencias de la vida
que deciden cada suerte.
Gana Él si sale muerte,
y si no, causa perdida.
Cristo se fue a la oración,
rezo y sangre en un huerto.
La muerte nunca es canción
y Cristo se sabe muerto.
Se sabe muerto y es Dios.
Conoce su cruz y ora.
Cara a cara los dos,
otros lloran a deshora.
Amanece Manises a la Semana Santa, clavel hermoso pero crecido junto a las espinas del rosal. Tiene la Semana Santa el porte barroco y señorial, pero su mensaje de oración es recio y sin doblez. Aunque oculta en formas retóricas, en realidad muestra toda la desnudez trágica de la Pasión del Señor.
Suele llegar la Semana Santa de la mano de la primavera. El azahar valenciano impregna de luz el aire, los campos se llenan de flores y el agua se convierte en manantial alegre. Pero a Cristo le coge siempre en el Huerto de los Olivos. Después de cuarenta días y cuarenta noches velando las armas del dolor y del silencio, llega la hora de la verdad. Jesucristo se la jugó hace más de dos mil años. Se la jugó por el mundo, sin cartas marcadas, en el amanecer de una nueva Iglesia. Jugaba con ventaja porque sabía que iba a ganar. Pero en el envite le fue la vida.
¡Y Cristo vive en la muerte
y su madre está en el llanto!
No puede tu Madre verte
ni arroparte con su manto.
No duermen las horas ni duerme el aire ni duerme la maldad. Hasta el silencio tiene un ojo abierto, vigilando la agonía del Mesías. ¡Qué poco duró la entrada de Jesús
en Jerusalén! ¡Cuán efímeras fueron las palmas altivas y las ramas de olivo solitario!
Dormía la Roma Imperial, dormía la patria de los judíos y dormía el sueño de venganza de un pueblo oprimido. Sólo Él no dormía. De su cielo al nuestro había demasiada distancia. ¿De qué sirven los jazmines cuando la muerte acecha. En la soledad desnuda de los olivos, el Salvador bajaba de Dios para vestir los harapos del ser humano. Así le fue en el cambio. Su muerte era su muerte pero en ella tenía que dar cabida a nuestras muertes.
Ahora sí, viendo el rostro de Jesús resultan muy elocuentes los silencios de la historia. Ahí está. ¡Ecce Homo! ¿Cuántos son capaces de aguantarle la mirada?
¡Que Cristo se va a la muerte,
la Virgen sigue en el llanto!
¡Que Cristo se va a la muerte
tras haber amado tanto!
Pero en España hace frío y tirita la fe de las imágenes.
Han prohibido los crucifijos. A partir de ahora, Cristo está prohibido en los hospitales del dolor, donde acechan el sufrimiento y la muerte, en las aulas del saber y en los edificios de la función pública.
Y Cristo ya está en la muerte,
la Virgen vive en el llanto
¿A quién le importa la suerte,
del Maestro, Cristo Santo?
Han prohibido los crucifijos y en España hace frío.
Han prohibido los crucifijos y los españoles callan, con gesto aterido.
Han prohibido los crucifijos, pero aún hay quien planta cara. Son las Hermandades y Cofradías de la Semana Santa.
Gracias hermanos y cofrades, "gracies vèstes maniseres" por engalanar vuestros pasos y mostrarlos con orgullo. Gracias por sacar a Cristo y a su Madre por las calles de Manises. Aunque no se diga, la sociedad y la iglesia están en deuda con nuestras hermandades y con todos las cofradías que en el mundo son.
Cofrades de España, Hermandades de Manises, ¡va por vosotros!
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2. Evangelio de la Esperanza
(Virgen de la Esperanza. Cristo de las Misericordias)
Van mis ojos de la tristeza al llanto
y del llorar al dolor de haber pecado.
Suben mis labios del rezo al canto
y han quedado en silencio arrodillado.
El corazón, de días fatigado,
oculta su traición bajo tu manto.
Mis manos, manantial de desencantos,
ya son cruz y dolor enamorado.
Ojos de llanto y corazón silente,
labios que amanecen un rezo hermoso,
manos que van en procesión ardiente,
Dios quiera que en Él halléis reposo.
Desde Belén hasta el Cristo doliente
se alza, inmenso, su perdón generoso.
Le quedan pocas horas al reloj para que sobre las calles de Manises caiga una lluvia de tristeza. La crónica de los días de pasión, siempre acaba por hacerse con mimbres de melancolía, como un amanecer nublado. ¿Acaso miente el sol cuando amanece? La Cuaresma siempre acaba por echar el telón con mansedumbre, mientras va rayando al alba la primavera con costumbre de muchos siglos. El misterio se ha abierto, como rosa temprana, en todas las puertas. Dentro de nada, los hermanos con indumentaria de "vèsta", comenzarán a tutearle a la noche y a arrodillar la vida ante el misterio de la Cruz. Decía Carlos Herrera que "el nazareno es un llanto de lucero que expurga penas de cera y penitencias de asfalto."
Israel llora el salvajismo de aquellas calles inhóspitas. Pero, ¿quién manda hoy en nuestras calles? Tal parece que mandan los que niegan el sacrificio y los que predican el hedonismo de la buena vida. Y no es que cualquiera tiempo pasado fue mejor. No. Estos amaneceres nos vencen en perfección y en libertades. Pero se ha perdido la batalla de la educación. ¡Demasiadas lágrimas menospreciadas como diamantes en el fango!
Cuántos maniseros recuerdan aún el "Ave María Purísima", cada vez que se traspasaba el umbral de la puerta del hogar.
Ia estic así, mare!- decías al entrar en casa.
Y la voz de la madre llegaba desde el interior, grave y dulce.
-Xiquet, torna a la porta del carrer.
Y ya en la puerta, echabas mano del único saludo válido :
-¡Ave María Purísima!
-Sin pecado concebida.
Tras la respuesta de la madre, ya podías entrar.
Recuerdo que en nuestra juventud, más de un novio, que se las daba de moderno y desinhibido, al llegar a casa de la novia saludó con un "Bon día".
Y del fondo de la casa le llegó la voz tajante del futuro suegro, obligándole a regresar a la puerta. El novio enamorado, agachó la cabeza y pidió permiso para entrar de la única manera que entonces se aceptaba:
-Ave María Purísima.
-Sin pecado. Pasa.
El Cristo de las Misericordias va camino de la muerte. Lleva a su lado a dos hombres, penados por ladrones. ¿Por qué delito arrastra la Cruz este Nazareno? Nadie responde. ¿Puede haber esperanza, cuando se va camino de una muerte ofrecida por propia voluntad? No hubo ángeles, ni arcángeles que acudieran en su ayuda.
Por el camino de la muerte siempre se va solo. Pero él vio a su Madre. Santa María, Virgen de la Esperanza , estaba a su lado.
Como escribió Miguel Hernández, «también algún día se pondrá el tiempo amarillo sobre nuestra fotografía.»
A la muerte, maniseros,
por un camino se va.
A la muerte, pidienteros.
Cristo nos lo dijo ya.
A la vida, maniseros,
que no a la muerte, cantad;
a la vida, cual romeros,
de hoy a la eternidad.
Que el tiempo nunca regresa,
ni a los días ni a sus presas.
Llega con la voz herida
de tierra, de sueños y vida.
Ni la muerte, ni la vida
nadie las trae aprendidas.
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3. Evangelio del dolor
(Virgen de la Soledad. Vera Cruz)
Al que a Cristo negó
todos le dicen traidor.
¿No traiciona el que calló
por desidia o por temor?
Cristo en la muerte habita,
el infierno arde y grita;
el mar duerme sus arenas,
sus naufragios y sus penas.
Que la cena del amor
también lo fue de traición.
Y es que placer y dolor
siempre van en comunión.
La primera página del Evangelio del Dolor se escribió en Belén. El Belén de los villancicos, de los pastores y de los Reyes Magos se quedó varado en el Tiberíades de los recuerdos. La barca del pescador y la de quienes seguirían los pasos de Jesús, no conoció el portal. Llegaron todos al Mesías unos años antes de la última cena. Pero llegaron con tiempo suficiente para negarle, avergonzarse de Él y dejarle solo y abandonado a su suerte. Y es que no se comprendía muy bien que el Salvador de todos eligiera la muerte de cruz para poner orden en el mundo.
Junto a la Vera Cruz, la lágrimas de su madre constituyen el inmenso silencio de la Virgen de la Soledad. El que quiera que mire la cara del Crucificado. Ya nadie se atreve a tirar la segunda piedra
En este tercer milenio las hermandades tienen una gran misión que cumplir: sacar el evangelio a la calle y lograr que las aceras de nuestra ciudad se conviertan en una oración que abrace todos los alientos. Las puertas de los templos se abrirán con gozo para que salgan los pasos a la calle. Otra vez va a ser San Pedro quien autorice la apertura de las puertas del cielo y las de la tierra.
El recorrido penitencial de las hermandades es silencioso y meditativo. Tan sólo los tambores y las cornetas mantienen acompasados los pulsos de la oración de esta Semana Santa penitente y enamorada. El evangelio se hace catequesis en cada esquina. Los caminos de la Pasión del Redentor se convierten en teología de dolor y muerte en las calles de Manises.
Manises muere un segundo
mientras Cristo mira al mundo.
Manises muere, asombrada,
mirando a Cristo en la cruz.
La aurora apagó su luz
ante su muerte anunciada.
Muere con el Nazareno
el pecado y su veneno.
Manises será oración,
será llanto y devoción.
Manises,
estas piedras han llorado.
Y en estas calles de asfalto
las mujeres han callado;
los hombres miran a lo alto.
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4. Evangelio de la Resurrección
(Calvario del Ave María María. Santo Sepulcro)
La Semana Santa manisera ya lleva los pulsos bien sentados. La ciudad estrena un corazón nuevo. Las campanas siguen con su vigilia silenciosa.
Decía el poeta Paul Valery que «la muerte es eso que siempre les sucede a los demás.» Cuando la muerte se ceba en una persona querida, decimos que esa pedrada ha caído demasiado cerca. La muerte es un vértigo que, en ocasiones nos hace escribir con renglones rectos y, en otras, los renglones salen volanderos y meditamodorros. La muerte sólo nos permite compartir palabras y un cierto tiemblo de los sentimientos.
La muerte del Nazareno se ha derramado sobre toda la humanidad. Es la única muerte que no le pertenece solamente a Él. Es la suya un horizonte de soledades. Habrán de pasar aún tres días antes de que el lucero del alba pregone el resplandor de la muerte resucitada.
Murió Jesús. Algunos le llorarán y otros preguntarán por Él desde sus escondrijos. Los hipócritas y los fariseos se alegrarán de su muerte. Las verónicas pasarán tres días y tres noches contemplando el misterio de su rostro. Y la Virgen continuará en el llanto.
Con toda la pena al raso,
sal al alba, manisero,
sangre crecida y al paso,
paso semanasantero.
Hermandades altaneras,
con orgullo nazareno,
salid a la primavera.
Sal al alba, manisero.
¡Se nos murió Dios al alba!
Con la vida removida
y entre calles ateridas,
¡El alba de Dios nos salva!
Y Cristo resucitó al tercer día.
El Domingo de Resurrección, las calles de Manises, convertidas en catedral del Crucificado y de su Madre, cerrarán las puertas. Pero permanecerá en ellas para siempre la devoción enamorada y la esperanza, a golpes de fe. Golpes de fe y de bondad que nos enseñaron en la infancia. Lecciones al dictado que nos llegaban con voz pausada y el catecismo que aprendimos con los vientos de pan duro y los fríos de la necesidad. Aquellos magisterios humildes dejaron una luz que aún sigue despierta.
A este pregón le ocurre lo que a todos los pregones. Es muy difícil reducir a palabras el mapa de los sentimientos, escribir de forma resumida la inmensidad del mar del dolor y los vaivenes de la esperanza.
Con la Resurrección, en la mañana del domingo, las hermandades salen, de nuevo en procesión. Pero esta vez hay júbilo en la calle. La procesión del encuentro abre un nuevo calendario a la fe. Y lo anuncian las campanas . El campanario de la Iglesia de San Juan Bautista viste el aire con un compacto tañido, despertándole el gozo a la mañana. La primera campana, "el tiplet", rasga la cortina de los cielos; le sigue la de "albat", y tras la campana "mitjana" salta al cielo con todo vigor "la grosa." El volteo de todas las campanas quiebra el horizonte y su calvario de cruces. Tiemblan los sentimientos.
El Nazareno ha resucitado.
Al alba de los olivos,
al alba, Dios se murió.
Al alba de un sol altivo,
su bendición profirió.
Al alba de Dios ha muerto,
la mirada conformada,
la palabra maniatada.
Al alba, un milagro cierto.
No se acaba tu hermosura,
alba de Dios tempranera,
no tiene fin tu blancura,
al nacer la luz primera.
Tras la Resurrección, muchos seguirán por el Tiberíades los pasos de Jesús. Otros, tal vez regresen al Pedro de las negaciones o a Barrabás, a las traiciones dinamiteras o quizás a los odios cainitas de la primera Biblia. Hasta que otra Semana Santa les deje varados en la orilla verdadera, lejos de los Judas de asfalto o de su particular Getsemaní.
Los tambores guardarán silencio y en las calles apenas quedarán las gotas de cera que los cirios y las velas derramaron cual vestales luminosas de las procesiones.
A CRISTO RESUCITADO
No puedo y olvidarme bien quisiera
del dolor que nacieron estas manos
y del orgullo de los sueños vanos
que hicieron de la vida una quimera.
No, no quiero olvidar, aunque pudiera
la Faz milagrosa del Cristo humano.
Con la paz que arrodilla lo mundano
sembraría la tierra si supiera.
Tierra y mares sembraría de cielo,
llenaría de luz las soledades,
la caricia de Cristo por consuelo.
No hay en la mirada de Dios edades,
que hay promesas de vida tras la muerte.
Hoy no puedo olvidarme de quererte.
Bona nit, Manises
José Luis de Tomás
13 de marzo de 2010
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